¡Gracias!

En la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes, el AGRADECIMIENTO es un
estilo, una actitud que quiere ser camino por donde transite la vida y modo que les
ayude a salir de sí mismos y ser gestores de una sociedad más humana, más justa, más
solidaria y más fraterna.

¡Gracias!

En la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes, el AGRADECIMIENTO es un
estilo, una actitud que quiere ser camino por donde transite la vida y modo que les
ayude a salir de sí mismos y ser gestores de una sociedad más humana, más justa, más
solidaria y más fraterna.

Como seguramente ya sabes, el Lema de este curso 2023-24 es GRACIAS. Pero, ¿sabes que hay algo más importante que dar las gracias? A ver si te lo puedo explicar con esta narración:

Imagina un paisaje ondulado, con pequeñas colinas y barrancos secos por donde va el agua cuando llueve mucho… Hay pocos árboles y no muy altos, son más bien arbustos con hojas pequeñas y espinas en sus ramas… Todo tiene colores entre amarillos y marrones claros. El suelo es duro y está lleno de abundantes piedras… ¿Ya lo tienes? Pues un día iba Jesús con sus amigas y amigos de camino a Jerusalén, la capital del país. Como sabes, Jesús vivía en la provincia de Galilea y tenía que pasar por la de Samaría para llegar hasta su destino. Justo entre ambas provincias, estando cerca de un pueblo, salieron a su encuentro diez personas con una enfermedad muy contagiosa, la lepra, que se detuvieron a lo lejos y le gritaron: “¡Jesús, estamos enfermos, ayúdanos!”. Jesús les dijo: “Volved al pueblo, entrad en la sinagoga y presentaos al sacerdote”. Mientras iban de camino, se curaron de la lepra. Una de ellas, al ver que estaba curada, se volvió a buscar a Jesús dando gritos de alegría y alabando a Dios; llegó donde él y, dándole un abrazo, le dio las gracias.

¿Qué te parece? ¿Por qué solo volvió una de las diez personas en busca de Jesús? ¿Y si no lo hubiera encontrado? Pues ahí está lo importante: el tener un corazón AGRADECIDO o, dicho de otra manera, el vivir el valor del AGRADECIMIENTO, por encima de poder o no dar las gracias. Ahora te invito a cerrar los ojos, a entrar en tus recuerdos y a que vayan apareciendo las caras de las personas a las que dar las gracias por algo: su amor, su amistad, poder jugar con ellas, una caricia, un beso de “buenas noches”… Tómate tu tiempo… Piensa en tu familia, en los amigos, en la clase, en…

Sigue con los ojos cerrados. Ahora piensa en las cosas que tienes, en los regalos que recibes a diario y agradécelos: una casa “con todo”, la comida, el calor del sol, la ropa, los libros, el olor de tu colonia preferida…

Dando un paso más, da gracias por los grupos donde te mueves (de deporte, de tiempo libre, de juegos…), por las personas que te ayudan a ser mejor y hacer las cosas mejor… Y, si has tenido la suerte de descubrirlo, por el don de la fe, por la amistad que te ofrece Jesús, por sentirte querido, querida por el Padre Dios, por poder rezar y hablar con Él…

 Y, para acabar, lo más difícil. Piensa en lo que eres y en lo que sueñas ser y agradece esas cosas que, a veces, no valoras pero que son muy importantes: tu familia, tus amigos y amigas, los compañeros y compañeras del cole, la escuela donde puedes aprender, los profesores y profesoras que están a tu lado para ayudarte a crecer, los juegos que te divierten, las cosas que puedes hacer cada día, las aficiones que puedes practicar, los lugares a los que puedes viajar… La lista podría ser interminable.

Por último, muchas GRACIAS a ti, por haber leído hasta aquí. Feliz curso.

Como seguramente ya sabes, el Lema de este curso 2023-24 es GRACIAS. Pero, ¿sabes que hay algo más importante que dar las gracias? A ver si te lo puedo explicar con esta narración:

Imagina un paisaje ondulado, con pequeñas colinas y barrancos secos por donde va el agua cuando llueve mucho… Hay pocos árboles y no muy altos, son más bien arbustos con hojas pequeñas y espinas en sus ramas… Todo tiene colores entre amarillos y marrones claros. El suelo es duro y está lleno de abundantes piedras… ¿Ya lo tienes? Pues un día iba Jesús con sus amigas y amigos de camino a Jerusalén, la capital del país. Como sabes, Jesús vivía en la provincia de Galilea y tenía que pasar por la de Samaría para llegar hasta su destino. Justo entre ambas provincias, estando cerca de un pueblo, salieron a su encuentro diez personas con una enfermedad muy contagiosa, la lepra, que se detuvieron a lo lejos y le gritaron: “¡Jesús, estamos enfermos, ayúdanos!”. Jesús les dijo: “Volved al pueblo, entrad en la sinagoga y presentaos al sacerdote”. Mientras iban de camino, se curaron de la lepra. Una de ellas, al ver que estaba curada, se volvió a buscar a Jesús dando gritos de alegría y alabando a Dios; llegó donde él y, dándole un abrazo, le dio las gracias.

¿Qué te parece? ¿Por qué solo volvió una de las diez personas en busca de Jesús? ¿Y si no lo hubiera encontrado? Pues ahí está lo importante: el tener un corazón AGRADECIDO o, dicho de otra manera, el vivir el valor del AGRADECIMIENTO, por encima de poder o no dar las gracias. Ahora te invito a cerrar los ojos, a entrar en tus recuerdos y a que vayan apareciendo las caras de las personas a las que dar las gracias por algo: su amor, su amistad, poder jugar con ellas, una caricia, un beso de “buenas noches”… Tómate tu tiempo… Piensa en tu familia, en los amigos, en la clase, en…

Sigue con los ojos cerrados. Ahora piensa en las cosas que tienes, en los regalos que recibes a diario y agradécelos: una casa “con todo”, la comida, el calor del sol, la ropa, los libros, el olor de tu colonia preferida…

Dando un paso más, da gracias por los grupos donde te mueves (de deporte, de tiempo libre, de juegos…), por las personas que te ayudan a ser mejor y hacer las cosas mejor… Y, si has tenido la suerte de descubrirlo, por el don de la fe, por la amistad que te ofrece Jesús, por sentirte querido, querida por el Padre Dios, por poder rezar y hablar con Él…

 Y, para acabar, lo más difícil. Piensa en lo que eres y en lo que sueñas ser y agradece esas cosas que, a veces, no valoras pero que son muy importantes: tu familia, tus amigos y amigas, los compañeros y compañeras del cole, la escuela donde puedes aprender, los profesores y profesoras que están a tu lado para ayudarte a crecer, los juegos que te divierten, las cosas que puedes hacer cada día, las aficiones que puedes practicar, los lugares a los que puedes viajar… La lista podría ser interminable.

Por último, muchas GRACIAS a ti, por haber leído hasta aquí. Feliz curso.

El cartel presenta el núcleo del lema del curso que viene: la responsabilidad. Se trata de provocar en la comunidad educativa el descubrimiento y la oportunidad que la vida nos ofrece de elegir cómo llenarnos o vaciarnos, de vivir abiertos o ensimismados, y como dicho descubrimiento llena nuestro interior. No se trata de una responsabilidad moralista, que nos lleve a escoger entre el bien y el mal, se trata de descubrirnos en la libertad compartida. Ser persona es eso. En los escritos de La Salle, aparecen frecuentemente palabras como fidelidad, perseverancia, exigencia. Para el Fundador, esta exigencia basada en valores profundos, los del Evangelio, era inherente a su vida y siempre huyó de una superficialidad que decayera poco a poco en negligencia.

Vivir como él vivió, de compromiso en compromiso, nos lleva a descubrir que hemos de ser conscientes que nos necesitamos unos a otros y que los valores han de ser comunitarios. En este camino (no siempre fácil), tenemos una responsabilidad creativa: la humanidad es creada creadora y lo hace desde el contexto bíblico que entiende la libertad como asunción del propio destino, dando razón también de un destino comunitario. Somos responsables cuando nos transformamos en vigías de todo aquello que “sobrevive” en los márgenes de la sociedad.

El cartel presenta el núcleo del lema del curso que viene: la responsabilidad. Se trata de provocar en la comunidad educativa el descubrimiento y la oportunidad que la vida nos ofrece de elegir cómo llenarnos o vaciarnos, de vivir abiertos o ensimismados, y como dicho descubrimiento llena nuestro interior. No se trata de una responsabilidad moralista, que nos lleve a escoger entre el bien y el mal, se trata de descubrirnos en la libertad compartida. Ser persona es eso. En los escritos de La Salle, aparecen frecuentemente palabras como fidelidad, perseverancia, exigencia. Para el Fundador, esta exigencia basada en valores profundos, los del Evangelio, era inherente a su vida y siempre huyó de una superficialidad que decayera poco a poco en negligencia.

Vivir como él vivió, de compromiso en compromiso, nos lleva a descubrir que hemos de ser conscientes que nos necesitamos unos a otros y que los valores han de ser comunitarios. En este camino (no siempre fácil), tenemos una responsabilidad creativa: la humanidad es creada creadora y lo hace desde el contexto bíblico que entiende la libertad como asunción del propio destino, dando razón también de un destino comunitario. Somos responsables cuando nos transformamos en vigías de todo aquello que “sobrevive” en los márgenes de la sociedad.